Los equilibrios de la masculinidad

By |2021-08-02T11:09:11+02:00August 3rd, 2021|Public|

Agosto, 2021

La herencia social que hemos recibido a lo largo de siglos nos evoca a un rol masculino marcado por un patrón eminentemente varonil y viril, encorsetado en unos parámetros a menudo obsoletos.

Durante generaciones el varón ha tenido que esconder sentimientos, debilidades, afectos y toda connotación que pudiera mostrar una cierta debilitación a los ojos de su entorno. Juzgado y señalado por un mismo ecosistema formado tanto por mujeres como por los propios hombres.

Inmersa en un entorno cada vez más exigente y competitivo, la masculinidad ha ido evolucionando con dificultades, dejando progresivamente atrás roles muy arraigados asociados a la rudeza, la fuerza física y a la necesidad de liderazgo.

Cabe no olvidar que, desde el principio de la humanidad y a lo largo de los siglos, estos patrones jugaron un papel decisivo por lo que respecta a la supervivencia y la evolución del propio ser humano, hasta llegar a nuestros días. El siglo pasado, a título de ejemplo, de los 407.000 soldados estadounidenses fallecidos en la II Guerra Mundial (1941-1946), 406.500 eran hombres.

Así pues, la propia sociedad ha ido esculpiendo determinados estándares que a través del tiempo se han ido transformando, ajustándose y adaptándose a las necesidades de cada momento y a las demandas del entorno.

A día de hoy, nos encontramos con un modelo de masculinidad mucho más diversificado y rico en matices.  El varón se ha ido liberando progresivamente de la presión que supone llevar el peso por lo que respecta al sustento y el liderazgo de la familia y, por el contrario, ha demostrado ser capaz de desarrollar roles anteriormente asociados a la mujer. Así pues, a nadie extraña ver cocineros, estilistas, enfermeros o modelos, por poner algunos ejemplos.

Mención a parte merece la evolución que el hombre ha experimentado dentro de un núcleo familiar cada vez más heterogéneo. Muy especialmente en el papel de padre. El varón se implica, comparte, ejerce su paternidad y participa de ella activamente. Como consecuencia de ello, ha fortalecido de manera considerable los vínculos con sus descendientes.

Asistimos con naturalidad a una transformación del hombre en que, sin perder su esencia masculina, es capaz de cuidar y de cuidarse, de mostrar afecto o emociones sin ser señalado por ello.

Ciertamente, estamos ante un escenario evolutivo sin marcha atrás. No obstante, queda aún mucho camino por recorrer. El encaje del varón en su entorno pasa por reivindicarse, sacudirse algunos complejos asociados a estereotipos obsoletos y liberarse de etiquetas gratuitas.

Pasa por sentirse orgulloso de ser hombre.